Abraham tenía 75 años cuando escuchó la voz decirle: Vete de tu tierra y de tu lugar de nacimiento, y de casa de tu padre, ve a la tierra que yo te mostraré y tú serás una bendición. Nueva tierra significa nueva manera de pensar, nueva conciencia fundada en creencias originadas por la trascendilia en cada uno, es decir, creencias que creamos por revelación interior del espíritu.
El mismo mensaje lo recibió el padre de Abraham, pero este no tomó la decisión de moverse. Elizabeth San Turner, en uno de los clásicos libros de Unity: “Hágase la Luz”, recrea de forma maravillosa este pasaje bíblico. Todos queremos experimentar la plenitud del reino, la abundancia del reino en toda su expresión, pero queremos que ocurra sin ningún dar, que se revele en la conciencia en la que estamos. Eso es imposible. No podemos disfrutar los beneficios del reino manteniendo una conciencia de un cerebro reptiliano, primitivo, básico.
Gran parte de la humanidad está atada a las motivaciones primarias de subsistencia. Desde los niveles más elementales de motivaciones no podemos acceder a nuestro potencial divino. Hay que escalar, subir en la pirámide hasta niveles de auto realización. A esto se refería Jesús cuando dijo busca primero el reino, y todo lo demás vendrá por añadidura.
A veces creemos que estamos apegados a bienes materiales, y es cierto, pero el trasfondo es el apego profundo a creencias de insuficiencia y de limitación. Defendemos con la vida nuestras creencias, a veces preferimos perder un pedazo del cuerpo antes que soltar una creencia. Hay que hacerse pasajero, livianos de mente, livianos para acceder a la nueva tierra que Dios tiene preparado para cada uno.
Unas de las creencias más limitantes y que nos impide escuchar la voz, es el propio concepto que tenemos de Dios. Oramos el Padre Nuestro, o, mejor dicho, lo recitamos, pero en nuestra conciencia sigue vivo la idea de Dios como el Pastor y nosotros sus ovejas. No hemos asumido como raza nuestra estirpe espiritual, seguimos desterrados en tierra de nadie. La oveja jamás tendrá el potencial del pastor. Sin embargo, Jesús nos elevó a la dimensión del Padre.
Escribe Elizabeth San Turner que nuestro destino es el cielo, no como un lugar a donde ir después de la muerte, sino una conciencia establecida en nuestra unidad con Dios. Dios no va a obligar a nadie a escucharlo, a irse de su tierra, esta es una decisión individual. Dios no escoge, nosotros escogemos a Dios. Cada ser es responsable de su desenvolvimiento espiritual. Dios no tiene preferidos, nosotros somos los que preferimos a Dios entre la confusión.
La voluntad del Padre es darse por completo, a él le place darnos el reino como decía Jesús. Cuando aceptamos ir a nueva tierra, entonces somos una bendición para otros. No es que nos alejemos de los otros, pero somos un nuevo núcleo de conciencia elevada donde quiera que estemos. Pensando en una conciencia más alta adquirimos mayor PODER CREADOR, poder y capacidad para hacer y decretar el bien.