El inicio de cada año es asociado por la mayoría de nosotros a nuevas resoluciones, nuevas metas. Durante los primeros días de cada año es común observar como el número de inscripciones en los gimnasios aumenta, como la salas de ejercicio están durante los dos primeros meses del año más repletas que el resto de los meses.
Si tú eres de los que acostumbra a escribir sus metas, te invito a que revises las metas que escribiste hace justamente un año y las compares con las metas que tienes en mente o que haz escrito para este nuevo período. Observa cuántas de esas metas fueron cumplidas, cuántas de esas metas las piensas mantener para este nuevo año. Piensa también por un instante, si acaso dejaste de cumplir alguna de estas metas, ¿cómo te sientes contigo mismo, sientes culpa o insatisfacción por no haber cumplido algunas de las metas propuestas?
No haber completados las metas propuestas, más allá de cualquier análisis sobre las razones del fallo, nos trae insatisfacción y en muchos casos un sentido de culpa y de infelicidad. Por otro lado, tenemos los casos donde hemos cumplido las metas pero con ello no tuvimos ninguna recompensa emocional.
¿Por qué me cuesta trabajo alcanzar mis metas? ¿Realmente estas son mis metas? ¿Me sentí y me siento inspirado por ellas? ¿Está mi sistema de pensamiento y de procedimiento alineado con lo que quiero alcanzar? ¿En qué se beneficia mi identidad o personalidad con lo que me estoy proponiendo conseguir? La respuesta a todas estas preguntas está en el mecanismo, costumbres o hábitos que cada uno de nosotros ha conformado para conseguir sus manifestaciones.
No se trata de las metas que se quieren lograr, sino de cómo se logran, y en que se beneficia nuestra identidad con ellas. James Clear, en su libro “Hábitos Atómicos”, nos trae un método sencillo, casi infalible, para identificar hábitos no productivos, eliminarlos y crear nuevos hábitos positivos.
No sigas sufriendo con tus metas, no sigas perdiendo independencia y libertad por conquistar tus metas. Si no logras las metas propuestas, es muy probable que no estés usando el hábito adecuado para lograrlas, o quizás estas no son tus metas, no son relevantes para ti, o no están acorde con tus capacidades en este momento actual.
Dejemos claro, así como establece el autor, que nuestras rutinas son las que definen nuestros alcances. Nuestro enfoque ha de estar en el procedimiento y no en las metas. El estímulo para hacer el cambio no son las metas, sino las nuevas características de personalidad que serás capaz de incorporar en el proceso. Por ejemplo, pasar el examen estatal no debe ser la motivación de un recién graduado. La energía y voluntad debe nutrirse del hábito de organización y de análisis que se está forjando en el proceso de estudio. Esta me parece una de las ideas fundamentales del libro de James Clear: “Uno no se eleva al nivel de sus metas, cae al nivel de sus sistemas”.
Las metas son sólo la capa externa del proceso, el resultado. La capa del medio está representada por los nuevos hábitos que se crean mientras estamos en búsqueda de nuestras metas. La capa más interna son los cambios que deja este proceso en nuestra identidad y en nuestras creencias. Nuestra identidad emerge de nuestros hábitos, cada acción reafirma la persona que queremos ser.
Así como queremos crear nuevos hábitos positivos, también deseamos eliminar otros que no nos están apoyando. Estos hábitos dañinos no han sido eliminados por la misma causa: el mecanismo para negarlos no está funcionando. No es fácil crear nuevos hábitos. No es fácil crear nuevas rutas neuronales. No es fácil burlar la mente consciente. Pero, este sistema descrito por este autor hace nuestro trabajo mucho más viable.
Hay un punto de inflexión donde se corre el peligro de renunciar al nuevo hábito. Ese punto lo llama James Clear la meseta del potencial latente. Cuando reclutamos motivación suficiente para continuar, se puede pasar esa meseta. A mí en lo particular me gusta mucho el sistema porque se enfoca en un solo hábito. Anteriormente había practicado las metas inteligentes con todos los componentes que este sistema trae. Les confieso que en ocasiones tantas metas me saturaban la cabeza, y muchas veces todo eso se quedaba solamente en teoría. El autor nos recomienda un avance de solamente el 1% diario, pero que, si lo hacemos, al final del año seremos 365 veces mejor y con mayor alcance ejecutivo y de manifestación.
La forma de crear nuevos hábitos o de disolver alguno ya existente es presentada en cuatro sencillos pasos. Lo primero es crear una señal que le diga al cerebro que se necesita que él prepare un nuevo comportamiento. Esta señal debe suscitar un anhelo o motivación profunda para movernos en la dirección adecuada al hábito que queremos crear o borrar. El anhelo es la energía motivadora a la respuesta, que sería nuestro tercer paso. Cuando la respuesta es sostenida sin demasiado esfuerzo, se logra la recompensa, que es el hábito ya instaurado, nuestro cuarto paso. No es un proceso necesariamente fácil, pero se puede lograr. Nuestro cerebro se puede entrenar. Nuestro cerebro evolucionado se esfuerza al principio, pero después deja que sea el cerebro primitivo quien continúe desarrollando los hábitos.
Imaginemos que queremos instaurar el hábito de Meditar cada mañana. Usemos el celular para que nos despierte 5 minutos antes de la hora acostumbrada. Usemos un timbre especial para esa hora. Asegúrate de dejar los zapatos al revés frente a tu cama. Te vas a ver con un poco de dificultad para colocarte los zapatos, esa es la señal sencilla que le dice al cerebro que es hora de meditar. Toma tres respiraciones profundas, asegúrate de dibujar una sonrisa al final de cada espiración, eso te trae satisfacción durante en ejercicio de meditar, sigues luego con un periodo de silencio, solo mirando mentalmente cómo entra el aire suavemente por la nariz y de igual forma sale sin esfuerzo. En poco tiempo te verás frente a unos zapatos al revés, con los ojos cerrados, sonriendo al exhalar y listo, después de dos minutos, para comenzar el día positivamente.