Ciego, sordo y mudo, no es precisamente a la canción de Shakira a la que nos vamos a estar refiriendo en este día. Quiero hoy recomendarles el libro de XXXX con ese título y que a mi entender es un testimonio de epigenética y de transformación espiritual en estos tiempos. La propia vida del autor es testimonio de lo que se puede hacer cuando se ponen en orden los poderes espirituales del hombre como la voluntad, la visión, la fe, etc. Todos estos poderes a los que se refirió Charles Fillmore, fundador de Unity, son puntales en nuestro trabajo de liberación emocional y genética.
En otras ocasiones hemos hablado del tema de epigenética y quiero aprovechar para recomendarte un momento que tenemos en nuestro canal de YouTube que se titula “No nacimos desnudos”. El autor que hoy sirvió de inspiración a nuestra charla también relata la enorme cantidad de memorias que vienen en nuestro paquete, memorias que constituyen el epigenoma de la ciencia moderna. Estas creencias heredadas vienen acompañando nuestros genes desde el mismo momento de la concepción y tienen como función apagar o encender genes.
Genes y creencias, en diferentes planos es casi lo mismo. Tienes los ojos negros porque hay creencias en ti que aceptaron tener ese color en tus ojos, y eso queda impreso en genes que codifican para el negro en tus ojos. Los genes y las creencias terminan por crearles límites a nuestra mente y a todos nuestros asuntos.
Mi nombre es Gustavo Alberto, este es tu Ministerio Unity Visión en Ciencia y Fe y este momento de hoy le hemos puesto por título “McDonald con M de Mente”. ¿Qué tiene que ver McDonald con la epigenética y el libro “¿Ciego, sordo y mudo” Mauricio Benoist? Este autor nos trae la historia de cómo los creadores de la famosa hamburguesa llegaron hasta donde sus miedos, creencias y epigenes les permitieron, y como alguien como el señor Benoist con creencias diferentes y visión más amplia, tomó la idea original y la hizo mundialmente famosa.
Mientras leía esa historia me preguntaba hasta dónde pueden llevarnos nuestras creencias. Podemos quedarnos en un café de barrio, o podemos recorrer todo el mundo. Así de grande es la diferencia. El universo es un campo cuántico que responde siempre al tamaño y profundidad de nuestra observación. De ello da testimonio la historia de los hermanos Richard y Maurice que nos narra Benoist en su libro. Durante la gran recesión de los Estados Unidos, en 1937, para ser más específicos, estos hermanos iniciaron en el pueblo de Arcadia, California, un nuevo modelo de cómo servir hamburguesas. Escogieron a los proveedores de carne para que el sabor fuera excelente y las servían envueltas en papel para que no tuvieran que contratar personal de limpieza y el cliente fuera rápidamente atendido. En tres años, ya tenían toda una cultura de hamburguesas sabrosas y rápidas en ese pueblo y delante del restaurante colocaron pro primera vez una enorme “M” amarilla, la misma que desde entonces representa la cadena McDonald, que era el apellido de esos hermanos.
Primero fueron las hamburguesas, luego las malteadas de helado. Para ello contactaron a un pequeño vendedor de batidoras llamado Ray Kroc y le ordenaron seis de sus batidoras. Ray no vendía con tanta facilidad su producto, por lo que recibir una orden de seis batidoras le llamó la atención y fue a visitar a los hermanos McDonald. Kroc quedó fascinado con la clientela que habían logrado con tan poca inversión y les propuso trabajar para ellos como gerente de marca. De esta forma comenzó la expansión de la famosa “M”. Kroc tenía la creencia y la visión de la expansión de la marca. Los hermanos habían puesto sus sueños en un límite: un millón de dólares, y más allá no querían seguir explorando. Los hermanos decidieron vender la empresa a Kroc por casi tres millones de dólares. Kroc fue quien registró la marca de McDonald y terminó por competir con malos propios hermanos y hacer que estos cerraran el restaurante original.
Esta es una historia de la vida real que nos muestra como la misma McDonald creció gracias a ideas más ambiciosas y a retos que otros no se atrevieron a tomar. Por eso, la charla de hoy la titulamos “McDonal con “M” de mente”. Quien sabe todas las creencias limitativas que fluían por la mente de los hermanos Richard y Maurice después de años de recesión económica. Quien sabe lo que los padres, familiares y la sociedad le habían injertado en sus creencias y también en sus genes, recordemos que nuestros genes están siempre atentos a lo que creemos, y esas creencias se quedan como memorias químicas dentro de las células.
Hoy, cuando ya comenzamos a hablar de recuperación de una pandemia infecciosa, nos queda el rezago de la inflación por muchas razones externas. Nos enfrentamos también a la guerra y a todas las consecuencias psicológicas y económica que ello trae a todos los países, no solamente los que están envueltos en el conflicto. Todo ello son estímulos constantes que pueden distraernos de la verdad. Puede el precio de la gasolina y de los productos del mercado hacernos pensar ‘que la cosa está difícil». Pero es entonces cuando los metafísicos recordamos la única verdad: La única sustancia real es la sustancia espiritual, y esta es inagotable.
No podemos permitir que la sociedad o nuestros amigos de las redes sociales nos vistan y cubran nuestros genes con limitaciones. Allí donde nuestra pequeña mente se siente temerosa, despierta la gran “M”, no de McDonald, sino de la única Mente y causa del universo. Cuando veo las fotos de los precios de la gasolina en los posts de las redes sociales, recuerdo el temor de los discípulos cuando le dijeron al maestro que la multitud que lo estaba escuchando tenía hambre, y él les ordenó que trajeran algunos peces y panes, y en frente de ellos lo multiplicó.
Estamos rodeados, inmersos en la sustancia espiritual, con la sabiduría y el poder para usar las leyes espirituales de la abundancia, pero nos hemos paralizados, muchos quizás como Richard y Maurice añorando lo que hemos logrado. Iremos tan lejos como nuestras creencias nos permitan. Es más grande la sustancia espiritual que el precio del gas. Decimos creer en Jesús, sin embargo, no creemos en sus palabras: “yo he venido para que tengamos vida en abundancia”.
Estos son tiempos de estar anclados en la verdad espiritual de que nuestra fuente de provisión es de arriba, no del cielo allá en lo alto, de la alta conciencia que sobrepasa las limitaciones de la raza. Estos son tiempos para afirmar como Charles Fillmore nos enseñó: “Todas las cosas funcionan para el bien”, “Dios es mi ayuda en toda necesidad”.