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Hábitos cuánticos

Es muy pocas semanas estaremos ofreciendo en la convención de Unity un taller sobre la formación y la disolución de hábitos, y de cómo esta práctica nos puede apoyar en la consecución de nuestras metas y en nuestra realización personal. Siempre me ha llamado la atención como en los talleres de metas que he ofrecido y en los que he participado como estudiante, puede resultar para muchos algo difícil la construcción de metas. Primeramente, no estamos conscientemente identificados con lo que queremos lograr. Luego, nos queremos impresionar a nosotros mismos o a otros con la formulación de grandes metas.

Nos han hecho creer que son las metas las que nos llevan al éxito. Muchos hemos pasado por la experiencia de repetir metas que jamás alcanzamos. A veces es bueno preguntarse si esas son nuestras metas o si se las escuchamos a alguien y las adoptamos para nosotros porque nos resultaron atractivas. Hay ciertas metas que son imposibles de alcanzar para algunas personas. Esto no solamente tiene que ver con que no todos tenemos las mismas aptitudes, si no también porque hay metas que no están alineadas con nuestro sistema de hábitos.

Podemos asegurar, así lo afirma James Clear en su libro Hábitos Atómicos, que son nuestros hábitos, y no las metas, las que nos caminan a una vida exitosa. No decimos con esto que las metas carecen de importancia, pero, ellas necesitan un sistema de fundamento que es proveído por los hábitos que conscientemente hemos creado a través de nuestra experiencia.
Las metas son logros temporales que nos proponemos conquistar y con ello ganar un juego. Pero, ¿qué pasa después de ganar el juego? ¿Nos retiramos o seguimos jugando? Casi siempre tenemos que seguir jugando. Para poder seguir jugando necesitamos tener un sistema, y éste lo dan los hábitos . Ese debe ser nuestro enfoque. debemos colocar nuestra atención en quienes queremos ser y no en aquello que queremos lograr.

A muy temprana edad, los niños y las niñas que se sienten atraídos por el ballet son llevados por sus padres a pruebas de aptitud. Los que muestren ciertas aptitudes físicas naturales como la flexibilidad y amplitud de extensiones, así como expresión corporal, son elegidos para comenzar su entrenamiento. He sabido de muchos que, sin haber sido los que mejor puntuación alcanzaron en las pruebas de admisión, luego de años de entrenamiento se convierten en los solistas de algunas compañías. Eso sucedió porque durante esos años de riguroso entrenamiento desarrollaron un sistema de hábitos exitosos como la disciplina, la voluntad, la buena alimentación, la vulnerabilidad, etc. No necesariamente los más aptos son los que alcanzan el éxito. Aquí la teoría de evolución de las especies planteada por Darwin no funciona.

La creación de nuevos hábitos o el cambio de otros viejos, no resulta tan fácil como a veces pensamos. Somos seres guiados por la voluntad pero sostenidos por un sistema nervioso de respuesta refleja. Esto quiere decir que los mismos estímulos tratarán de reproducir las mismas respuestas. Y es por ello que una vez que los hábitos son instaurados, actúan como senderos pavimentados de fácil acceso a la conducción entre las neuronas. Vamos a necesitar mucha disciplina, voluntad consciente, repetición constante, y evaluación de el proceso, para que nuevos hábitos desarrollen nuevas rutas de conexión nerviosa en nuestro sistema inconsciente. Aunque algunos han dicho que se necesitan 21 días para eso, los recientes estudios demuestran que se requiere mucho más, de lo contrario, existe la tendencia a regresar a viejas formas de conducta y de pensamiento.

James Clear nos ayuda a través de su libro con cuatro características fundamentales para que este proceso no sea imposible. Cuando queremos adquirir un nuevo hábito, tenemos que asegurarnos que este sea obvio, atractivo, fácil y satisfactorio. Digamos, por ejemplo, que queremos desarrollar el hábito de meditar. Si no has meditado nunca, lo mejor será recordar cómo nos sentimos temprano en la mañana cuando estamos despertando, con esa sensación de bienestar, entre dormido y despierto, con muy pocos deseos de abrir los ojos, mientras deseamos quedarnos por unos minutos más en ese estado. Ese es el mismo estado de satisfacción con que quedamos después de una meditación profunda. Entonces es necesario que nuestra mente recuerde la satisfacción que nos produce meditar y de esta forma sentirnos atraídos por esta práctica. Una forma de hacerla obvia podría ser colocar algún sonido de címbalos, mientras centramos nuestra atención en el aire que entra y sale de las fosas nasales. ¿ Podría ser algo más fácil que ello? Si activamos la disciplina y la voluntad de hacer esto todos los días, terminaremos por convertir la meditación en una práctica diaria de aunque sea cinco minutos.

La meditación es sólo uno de los tantos hábitos cuánticos que podemos establecer en nuestra vida y qué sin darnos cuenta nos llevan poco a poco a estados más elevados de conciencia y de realización.

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