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Determino amarme y cuidarme

Una determinación es más que un deseo, es un compromiso que lleva acción. Los grandes cambios en nuestras vidas están marcados por nuestras determinaciones más profundas, esas son las determinaciones que yo llamo decretos del alma. No quiere decir que todas las determinaciones son positivas, a veces nuestra alma se determina por opciones que nos traerán a largo plazo experiencias, pero a corto plazo quizás dolor. 

El cuidado propio es   una de las mejores determinaciones que debemos hacer. Cuando me determino a amarme, y sobre todo a cuidarme, estoy honrando la vida única y divina que ha encarnado a través de mí. Hay una diferencia entre amarme y cuidarme. Casi todos nos amamos, sin embargo, no todos nos sabemos cuidar, o, mejor dicho, no todos nos determinamos a cuidarnos. Puedo pasar horas abrazándome, dándome calor y enviando energías a mi cuerpo a través de abrazos y de afirmaciones, pero el amor propio debe llevar resoluciones prácticas de autocuidado.

 ¿Estás listo a amarte y tomar cuidado de ti mismo? Si la respuesta es sí, o es no, entonces este momento de ciencia y fe es para ti. El auto cuidado comienza con la observación, la auto observación para ser más específico. ¿Qué vamos a observar en nosotros? Todo, desde cómo estamos pensando, el contenido de lo que estamos pensando, cómo nos sentimos emocionalmente con la paz, cerca o lejos de la paz. Vamos a observar nuestro hábito de sueño, nuestras horas de sueño, si estamos descansados   en las mañanas al levantarnos. Vamos a observar nuestra alegría, cuantas veces sonreímos y reímos durante el día. Importante es también observar lo que comemos, o lo que queremos comer. Lo que queremos comer puede demostrar nuestro estado de autoestima. 

Del resultado de nuestra auto observación deben resultar determinaciones, o resoluciones y compromisos.  Todas estas resoluciones deben llevarnos al cuidado de nuestro cuerpo. La sabiduría es carne. La sabiduría está enviando señales de alerta todo el tiempo. La falta de descanso, de horas de sueño, la tensión física y mental sostenida, la alimentación desbalanceada, la agresión con radicales y metabolitos de difícil digestión, activan en las células sistemas señales que nos hacen saber el deterioro lento y sostenido que está ocurriendo en nuestros tejidos. Nadie es sordo a estos mensajes, pero preferimos ignorarlos, preferimos posponer las resoluciones. 

Por experiencia personal he comprendido lo delicado de la maquinaria de nuestro cuerpo. Así como es tan maravilloso en la complejidad de sus funciones, así de simple puede emprender el proceso de degeneración.  La falta de amor y de atención al cuerpo nos pasa la cuenta a corto y a largo plazo. Hemos abusado de las bondades del cuerpo. Tenemos ansiedad, confundimos la ansiedad con el apetito, y nos llenamos con cenas voluminosas y cargadas de calorías. Nuestro deseo queda por un momento saciado, pero eso lo hacemos a costa de un trabajo exagerado que habrá que cumplir nuestro metabolismo.

Si pudiéramos amplificar el grito de las células, estas nos dirían: “déjame protegerte trabajando lo mínimo. No me llenes de grasa, no me llenes de productos que me toman horas transformar en energía, la mayoría de las veces no tengo que hacer con ese exceso de energía y no tengo otra opción que acumularlas”. Las células nos estarían gritando: “sentimos dolor de ver cómo estamos acumulando calorías no gastadas, calorías que van dañando nuestro entorno, pero esa no es nuestra decisión”.

“Debemos ver la vida de Dios en nuestra carne. Cualquier negación de la vida e inteligencia de Dios o del organismo físico, cualquier pensamiento de la carne que no sea de la sustancia pura de Dios, congestiona e irrita al cuerpo” nos decía Myrtle Fillmore. Por aquí debe empezar el trabajo. Debemos reconocer que nuestra carne no está exenta de sabiduría, que Dios habita en cada célula, que nuestra fisiología es puro espíritu de Dios obrando. Con este reconocimiento es más fácil nuestra labor de regeneración.

La regeneración que quiero hablar hoy es aquella que contiene obra. La intención de regeneración no basta por sí sola si no lleva acción. La acción implica escoger la calidad y cantidad de los alimentos cada día, siendo conscientes de nuestra necesidad calórica, sin sobrepasar las calorías que necesitamos de acuerdo con nuestra actividad física. Hay que comprometerse a completar un régimen diario de movimiento, resistencia, extensión y de fortaleza muscular para mantener nuestra estructura sólida saludable. Hay que dedicarle algunos minutos cada día a la risa, hay que hacer un programa de descanso de acuerdo con nuestras necesidades. ¿Cuántas horas debemos dormir cada día? Esas son diferentes para cada uno y para cada día de la semana. Lo importante es que el sueño sea reparador y que el despertar en la mañana podamos sentirnos llenos de energía, de deseos por levantarnos y por vivir el mejor de nuestros días.

Si estás pasando por algún reto de salud, explora qué pensamientos o qué hábitos han ayudado a esta condición. ¿Qué estás dispuesto a dar a cambio? La salud es un acto de negociación. Hay que dejar ir antiguos pensamientos y viejos hábitos de vida para recobrar la rectitud del funcionamiento del cuerpo. No hay condición incurable decían los fundadores de Unity, y con sus propias vidas lo demostraron. Aquí, ahora, en este mismo momento, tú puedes sanar una célula, puedes sanar un tejido, puedes sanar un sistema metabólico para tu bien. La vida puede ser levantada en cada uno en este mismo instante. ¿Estás listo para ello?

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