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De lo racional a lo irracional: en busca del balance

Este mundo en el que vivimos ha sido creado entre todos. Cada uno ha participado en la creación a través de sus creencias, preferencias, intenciones, emociones, sentimientos, miedos, y también acciones. Si este mundo es nuestra creación, entonces es importante observar la forma en que nos estamos relacionando con esa creación. 

El famoso psicólogo suizo, Carl Young, nos decía que nuestra relación con el entorno puede hacerse de forma racional o irracional a través de cuatro diferentes modos. Cuando nos relacionamos a través de los pensamientos y sentimientos lo estamos haciendo de forma racional. Las sensaciones y la intuición son formas irracionales de esa interacción. 

A través de las sensaciones comenzó el despertar de nuestra conciencia, en un sentido más básico claro, en un sentido animal. Como todos los animales, nuestra primera manifestación es irracional. El hombre, al igual que los animales, guarda en el subconsciente su conducta instintiva. La ciencia ha demostrado, gracias a los avances en el ultrasonido, que los bebés reaccionan a la música cuando están dentro del vientre de sus madres. Una vez nacidos, es el tacto el sentido más importante para comenzar nuestra relación con el mundo de las formas. A través del tacto aprendemos a responder a los estímulos que activan los millones de receptores distribuidos en la piel, y es a través del tacto que buscamos los alimentos.

Más adelante, aprendemos a usar el resto de los sentidos y dejar de ser objetos aislados y extraños en el entorno. Esta es nuestra etapa de “sensibilia”. No guardamos muchos recuerdos conscientes de esta etapa, pero las memorias que acumulamos en ella quedaron grabadas en la placa del subconsciente.

Es importante rescatar este derecho de sensibilidad fisiológica que tiene nuestra conciencia corporal como fundamento. Antes de ser seres racionales con intelecto, somos seres instintivos.  Las ramas filosóficas, religiosas y éticas del intelecto se han encargado de penalizar los instintos animales del humano. La sociedad ha impuesto represión de los instintos corporales y también los han racionalizado, cosa absurda, porque el intelecto y los instintos operan a diferentes niveles de la mente. Es instintivo, por ejemplo, que un niño en los primeros años de vida descubra la sensación placentera que despierta explorar sus genitales. Los adultos regañan al niño, les dicen que eso no se hace, que es malo, y de esta forma comienzan los traumas emocionales relacionados con las conductas sexuales cuando se es adulto.

No se trata de vivir en manadas. Pero si de dejar que la mente subconsciente, que es  la mayor parte de nuestra mente, funcione sin inhibiciones que puedan causar traumas físicos o emocionales al individuo. Acá es donde llega el balance y el orden. Hablamos de libertad y no de libertinaje. Una mente consciente recta, formada en el amor, habrá de modular nuestros instintos. 

Cuando hemos desarrollado los sentidos, y hemos podido acumular información suficiente procedente de estos, podemos entonces ya distinguir conscientemente objetos y eventos. Ya no necesitamos en lo adelante que el objeto este presente para poder describir sus atributos. Hemos entrado a la segunda fase de nuestra relación con el entorno: la inteligiblia. Asociamos los pensamientos que comenzamos a usar conscientemente con sentimientos, y así sentimientos y pensamientos son las maneras racionales de nuestra relación con la mente que describió Carl Jung. 

En esta etapa de puro intelecto, no solamente guardamos memorias y recuerdos de nuestras experiencias. También usamos las memorias de otros, memorias de la raza, para crear nuestros planes de pensamientos y de comportamiento. Es con el intelecto, copado de pensamientos y de sentimientos, que damos constitución a nuestra personalidad. Aprendemos a través de la inteligiblia los principios de las ciencias naturales, de la filosofía, la historia, la ética, la religión, etc.

Como somos conscientes, es decir, tenemos conocimientos de nosotros mismos y de lo que nos rodea, desarrollamos la capacidad de controlar y de dosificar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Unos lo logran hacer más que otros, unos más que otros, desarrollan alto dominio de la información y obtienen altos puntajes de índice de coeficiente intelectual y también de coeficiente emocional cuando se adquiere maestría en el manejo de las emociones.

Por medio de la personalidad consciente podemos interactuar con el entorno por el resto de la vida. Pero con ello no se ha completado el llamado del alma. Hay otro modo de interactuar con el entorno, irracional como los instintos, pero procede de un nivel más elevado de la conciencia. Somos llamados a tener dominio sobre los pensamientos, sobre las ideas, sobre nuestro cuerpo emocional. Eso lo logramos con el desarrollo de doce poderes espirituales que son activados a través del cuarto modo de relacionarnos con la mente: la intuición. 

La intuición nos dará dominio y maestría para el ejercicio de los poderes. Nos decía Charles Fillmore, fundador de Unity, en su libro de Prosperidad que “El dominio que te ha sido dado como tu derecho divino es sólo sobre tus propios pensamientos. Cuando comprendes completamente esto y comienzas a ejercer tu dominio dado por Dios, comienzas a encontrar el camino a Dios, la única puerta a Dios, la puerta de la mente y el pensamiento”. A esta manera de vivir desde nuestros poderes espirituales y usando la intuición le llamamos trascendilia. 

La intuición pudiera parecerse al instinto inconsciente, pero no lo es. El intelecto no puede descifrar la intuición porque ella habita en el lugar donde nuestra mente no tiene conocimiento. El intelecto puede explicar el mensaje de la intuición, pero no puede llegar a conocerlo en su totalidad.  Con una funcionalidad desde una dimensión inferior, no podemos comprender niveles elevados de vibración y de sabiduría. Sobre esto nos decía el maestro Osho: ““Hay que entender el hecho de que una realidad superior puede impregnar una realidad inferior pero lo inferior no puede penetrar lo superior.”

Cada uno de nosotros quisiera tener acceso  a esos poderes espirituales. Con ello viviríamos una vida de abundancia, de orden, de sanidad, de gozo, de plenitud. Queremos ello, pero no siempre estamos dispuestos  a las prácticas de la meditación y del silencio, donde la intuición se expresa a través de nosotros. 

Albert Einstein decía que era una lástima ser esclavo del intelecto cuando a todos se nos ha dado el regalo de la intuición. Casi todos los grandes descubrimientos de la ciencia han tenido la etapa de la iluminación que no es más que la receptividad a la intuición. Rutherford es el científico que primero describe la estructura de un átomo, y lo hizo por intuición, no por demostración con medios físicos.

De la armonía entre estas cuatro formas de relacionarnos con el entorno depende el bienestar y la evolución de la raza. No podemos ser solamente instintivos, tampoco volitivos y racionales sin contenido verdadero. Tampoco podemos usar la intuición si no tuviéramos el equipamiento para procesar y aprovechar esa información.

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