Dice una oración hindú milenaria: “Condúceme de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad. Así queremos abrir este momento de Ciencia y Fe recordando la dualidad que existe entre el conocimiento y la sabiduría. Esta dualidad está expuesta desde el mismo cuarto día de la creación según la alegoría del Genesis: “Dijo entonces Dios: «Quiero que haya en el cielo luces que separen el día de la noche; luces que indiquen las estaciones, los días y los años, luces en el cielo azul que iluminen la tierra». ¡Y al instante se hizo así! Dios hizo las dos grandes luces: el sol, para que domine en el día, y la luna, para que domine en la noche”.
Mi nombre es Gustavo Alberto, soy ministro de Unity y te doy la bienvenida a este ministerio virtual Unity Visión en Ciencia y Fe, creando juntos un puente entre la ciencia y la espiritualidad. Estamos en todas las plataformas sociales y todos los domingos ofrecemos un nuevo momento que queda grabado en nuestro canal de YouTube. Toda la galería de nuestras charlas la encuentras de forma gratuita. Te invito a suscribirte a nuestro canal y así apoyas la expansión de nuestro ministerio. No olvides visitar nuestra página web.
El cuarto día del génesis nos trae a la conciencia la necesidad y la importancia del discernimiento. Estamos sumergidos en un mundo de ideas. La capacidad para escoger la idea que queremos expresar depende de nuestro discernimiento. Este juicio lo podemos hacer de forma intelectual o de forma espiritual. Cada día del génesis no se refiere a un día tal y como lo conocemos con nuestra mente 3D. Cada día del génesis se refiere a un proceso mental. En este caso, el cuarto día de la creación o del proceso creativo tiene que ver con la decisión de cada uno, con la calidad de observador en que nos convertimos cuando decidimos en que colocar nuestra atención.
Podemos ser guiados en esa decisión por dos grandes luces. Hay una luz superior, la gran lumbrera, que es representada por la sabiduría. Esta es la luz a través de la cual tenemos acceso a la conciencia de Dios. La otra, la luz inferior o la pequeña lumbrera, es la luz del conocimiento, la luz de la repetición, de la experiencia, y que no necesariamente opera bajo leyes espirituales. Cuando toca hacer la decisión de qué idea alimentar en la mente, es cuando nos damos cuenta de la importancia de un buen discernimiento o juicio.
El Sol representa la Luz Mayor, la Sabiduría. La luna, reflejo de esa luz mayor, es el conocimiento. La luna siempre será un reflejo bastante parecido a la luz del sol, pero siempre un reflejo. La sabiduría podrá verse reflejada en el conocimiento, pero jamás el conocimiento tomará el lugar de la sabiduría. Nos convertimos en reflejos de la sabiduría, pero no somos la sabiduría. Le corresponde a cada uno de nosotros escuchar o ignorar esa voz que viene de adentro y que nos llena de sabiduría. Esa es la voz que nos trae la solución a problemas que no estudiamos en la escuela. Esa voz que a veces llamamos intuición es consecuencia de la actividad de la lumbrera mayor en nosotros.
Desde los 6 años de vida, y mientras dura nuestra formación académica, estaremos poniendo mucha atención al desarrollo de nuestro conocimiento. Esta etapa de formación y modulación del carácter es guiada por un currículo creado para ello por las escuelas, la familia y la sociedad. Podremos tomar de las dos luces en el proceso de Regeneración, como nos enseña Collins Douglas el maestro metafísico, pero tomar y nutrirnos de la lumbrera menor es seguir el camino de la regeneración sin regeneración. La luna es el símbolo de la mente carnal no regenerada.
Metafísicamente el Sol representa la sabiduría espiritual a la que tenemos acceso desde nuestra conciencia crística. La luna simboliza nuestro intelecto humano en proceso de evolución. Cuando Jesús nos decía que éramos la luz del mundo se estaba refiriendo a la sabiduría y el amor divino que cada uno puede reflejar. De amor y de sabiduría está compuesta la Lumbrera mayor. De intelecto y de amor humano se forma la lumbrera menor. También nos decía Collins Douglas que “el hombre mortal no conoce la Verdad. Sus concepciones son conceptos erróneos. Se ocupa de las cosas de la Noche”.
El hombre mortal vive y recicla los mismos pensamientos aprendidos. Se mueve en sus creencias de forma repetida. De cierta manera nos convertimos en rumiantes. Digerimos los pensamientos aprendidos y luego mantenemos una regurgitación de estos. Los mismos pensamientos y las mismas emociones asociadas a esos pensamientos vienen y van una y otra vez. Los pensamientos repetidos son como cadenas que transportan imágenes en nuestra mente de forma repetitiva. En esta cadena de imágenes y pensamientos tiene alimento la depresión, la ansiedad, y los procesos cognitivos desadaptativos, como el pesimismo perenne, la dependencia y la exagerada autocrítica.
Las personas pesimistas tienen muchos de estos pensamientos repetitivos que se nutren de la noche o de la lumbrera menor. Ellos se enfocan en lo que no les funciona sin notar las otras opciones de afrontamiento. El ego vive a la sombra de la lumbrera menor. El ego se aferra a lo que ya aprendió y nos dice “como que eso no funciona si lo estudiamos por tanto tiempo”. Es demasiado arriesgado para el ego soltar el control de su intelecto, y cree que lo hace de forma perfecta. Es muy normal que esta sea la fuente de luz que guía con más frecuencia a la humanidad.
No todos los pensamientos almacenados bajo la lumbrera del intelecto son destructivos. Es más, la mayoría de ellos ayudan a la eficiencia en la vida. Por ejemplo, la compasión aprendida es una maravillosa herramienta para contribuir a un mundo de paz. Nos preguntamos cómo podemos vivir siendo iluminados por la luz del amor y la sabiduría. Yo no encuentro otra forma que no sea a través de la meditación y el silencio. Aquiétate y reconoce que soy Dios, nos dice el Salmo 46, y esa es la mejor receta para detener la cadena de pensamientos e imágenes y dejar asomar la sabiduría en cada uno de nosotros.
Charles Fillmore, en su libro dedicado a la cuaresma nos decía: “La comprensión intelectual viene primero en el desarrollo del alma, luego sigue una comprensión más profunda de los principios, hasta que todo el hombre madura en sabiduría». Que reconfortante es leer a los maestros espirituales que han hecho su trabajo y nos comparten sus experiencias. El intelecto es sumamente importante para darle sedimento a nuestra adaptación a un mundo temporal físico que quiere seguir leyes físicas tangibles. Pero paralelo a este mundo, está el universo espiritual, regido por leyes espirituales a las que solamente tenemos acceso a través de la sabiduría.
Gracias por ser nuestro seguidor. Cerremos en oración este momento: Presencia divina, sabiduría en mí. Dirijo mi intención a la luz interior y expongo ante ella cada una de mis creencias y me desapego de ellas. Permito que cada idea o memoria en mi conciencia sea revestida de verdad. Encuentro cada día espacio de silencio para atender tu voz, la voz que nace de mi interior. Me mantengo enfocado en sentimientos de amor y de unidad que van apareciendo durante el día y que me ayudan a conectarme en conciencia con todo lo creado. Se que hay un más allá de todo lo visible, que hay un más allá de todo lo creado, de todo lo escrito en los libros, ese más allá está disponible aquí y ahora en el silencio. En el silencio sano, en el silencio encuentro mi propósito y mi paz. Esta verdad la afirmo para todos los seres. Condúceme de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad junto con todas las almas.