Cuando a un circuito integrado le retiramos cualquiera de sus pequeños componentes, el resto de los elementos del circuito dejan de trabajar, y como resultado el equipo en su conjunto deja de funcionar. Así como es en la electrónica sucede en la vida. Cada uno de nosotros es esa pieza pequeñita, indispensable, en el circuito integrado que llamamos vida. Cuando consciente (o inconscientemente) decidimos cambiar nuestra función dentro del sistema, otro pequeño elemento vendrá a reemplazarnos, a realizar nuestro trabajo. Esto no quiere decir que nos hemos separado del circuito, desde ese mismo momento comenzamos a realizar otras labores dentro de él. Nadie puede vivir fuera de la matriz que llamamos mente universal.
Aparentemente, según nuestra conciencia de los sentidos, en el mundo de la tercera dimensión, estamos conectados unos con otros, aunque yo prefiero decir que estamos integrados y que es imposible separarnos de ese circuito.
Cómo todos formamos parte de la misma red invisible, tenemos que ser consecuente con nuestra participación. Absolutamente toda la energía que depositemos en la red terminará por beneficiarnos o lastimarnos. dependiendo de la calidad de energía depositada.
Hoy los científicos han demostrado que en las raíces de las plantas existen células tan sensitivas como las células del sistema nervioso del ser humano. Lo que vimos en la película Avatar no es ficción, las plantas a través de la tierra mantienen una conexión, están integradas al ambiente dónde están sido plantadas. Las plantas escuchan, ven y sienten. Eso les permite dirigir sus receptores hacia la luz solar y captar esos fotones para convertirlos en energía biológica.
Cuando descubrimos la verdad de la integridad con la red de vida, tomamos responsabilidad, no solamente por nuestras acciones, sino también por nuestras emociones y por nuestros pensamientos. La oración es nuestra participación más activa en la red. A través de la oración, nuestra mente penetra la mente maestra, el mundo de las ideas, y contribuye al resultado del circuito.
Nuestra ilusión de separación ha ido erosionando nuestra capacidad de pensar y actuar con la conciencia de integración. Cuando comenzamos a vibrar en las emociones sublimes del amor y la paz, podemos traer hacia nuestro “micro mundo” lo que otros sienten, y ayudarlos en cualquier error o dolor.